Etimológicamente el término monumento hace referencia a aquel objeto, normalmente una escultura, puesta en “memoria” de una acción heroica u otra cosa similar que puede tener un valor histórico, artístico o documental. En cualquier caso, el monumento como tal, es entendido y empleado como una representación de poder.
La historia nos ha demostrado la estrecha relación entre el mundo del arte y el mundo de la política (religiosa o gobernante) a través de la ostentación y monumentalidad de sus construcciones como símbolos de recuerdo y poder. Sin embargo, una nueva situación enmarcada por Walter Benjamin, Theodor Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse nos anuncian una sociedad “politizada” en la que surge el artista comprometido socialmente: surge el arte activista, el activismo político, el arte público, la performance, la instalación, la tergiversación... y como apunta Nina Felshin, nos encontramos en un espacio con un pie en el mundo del arte y otro en el mundo de la política. Un espacio que surge en los 70 con el lema “lo personal es político” y todavía hoy está presente desde el lado de los que llaman los otros o las minorías.
Stand Hard (mantente firme, origen de la palabra estandarte) supone en este marco de acción un antimonumento, una insignia personal y privada de significado, un objeto personal dentro del ámbito de lo público, un elogio a lo individual en contraste con lo colectivo.
Stand Hard es un estandarte realizado con jirones de ropa usada que a modo de emblema, representa la identidad individual.
Fue realizada para una exposición colectiva para el FAC Peregrina comisariada por María Marco.